ENTUSIASMO Y BRONCA.

Son las sensaciones que desde la visión objetiva y en distintos momentos, provoca Rafaela cuando convoca a una carrera de Turismo Carretera.

El entusiasmo aparece en la previa de la mano de las perspectativas por ver en un circuito de alta velocidad, los verdaderos circuitos de carrera, a los autos de la principal categoría del automovilismo argentino, circulando a casi 300 Km/h con la gran cuota de adrenalina, y la promesa de esos sobrepasos que tanto se reclaman y esas definiciones emocionantes que no sobran.

Faltó lucha en la punta pero hubo choques. El más importante lo provocó el toque de Todino a Ruggiero, y también perjudicó también a Landa, Rossi, Spataro y Ledesma. Por suerte todos salieron ilesos.

Lamentablemente no fue el caso del último paso. Agustin Canapino dominó a voluntad ante un resignado Mariano Werner y un conformista Esteban Gini. Un trío lineal que desfiló más que compitió, muy rápido desde ya. En cambio fue para adelante un sorprendente Juan José Ebarlin con sobrepasos a Facundo Ardusso y Leonel Pernia que lo proyectaron al cuarto lugar, su mejor posición en 88 carreras en TC.

Ya en el autódromo y por encima del desarrollo de las carreras, el entusiasmo se debilita y la bronca e impotencia se instalan. Basta con recorrerlo y observar, una infraestructura que nos retrotrae a la década del 70. Otros tiempos con menos exigencias, menos movimientos, menos profesionalismo. Y pensar que en 1971, dio para la única y recordada visita de la actual IndyCar a la Argentina.

A la mención, hay que sumar y no olvidar que hace unos pocos años, fueron demolidos los antiguos boxes. Reemplazados por las habituales carpas que forman parte del paisaje de los autódromos argentinos. En Rafaela fue una de las últimas modificaciones, que junto con la construcción de la sala de prensa y la remodelación del sector para las revisiones técnicas. Poco, muy poco para exigencias que han ido creciendo, y que ante las grandes convocatorias del TC, lo desbordan como entre otros lugares se ha visto en las superpobladas calles internas de boxes, pese a que el costo de su acceso ascendía a 8 mil pesos. Imposible no chocarse con alguien en esa marea humana, en la que también en sus salidas y regresos a la pista, quedaban sumergidos los autos con ubicación en ese sector interno de boxes.

Intento y variado movimiento en la calle interna de boxes en Rafaela; masiva presencia del público y la actividad de los equipos.
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No son imágenes exclusivas de Rafaela, pero quedan más al desnudo en el autódromo santafesino, por un espacio más reducido y poco aprovechado. En cambio, y no para celebrar, Rafaela exhibe una característica poco habitual en los autódromos argentinos y que explica los desbordes y descontroles: gran parte del público se ubica en el sector interno del autódromo. Muchos permanecen allí adentro durante tres, cuatro y hasta cinco días, dando forma con las carpas, casas rodantes autos, camiones, a una mini ciudad. Pintoresco aspecto que a su vez, encierra condiciones preocupante especialmente cuando las sombras de la noche ganan terreno y acechan con sus peligros. Y ni hablar en lo atinente a las muy precarias condiciones en que debe moverse el gentío gente, baños muy escasos, agua, iluminación, higiene general. Y por otro lado, habilitar a tanta gente y vehículos en el sector interno complica las salidas del autódromo, casi siempre demoradas al menos un par de horas. También obstaculiza el trabajo de quienes van a trabajar y no sólo a mirar. Y mucho más en el caso de los periodistas, ahora que se eliminaron las conferencias de prensa.  

Provoca bronca e impotencia ver esa imagen “detenida en el tiempo”, de un autódromo con tanta historia en el automovilismo argentino. Un autódromo que por esa misma tradición, y su ubicación en una zona muy “tuerca”, merece y necesita desde hace rato una renovación acorde a los tiempos actuales. También, la inversión concretada con otros intereses políticos y económicos, volcada para la construcción de circuitos modelos como Termas de Rio Hondo y el Villicum sanjuanino, los dos autódromos más modernos del país, pese a no estar, especialmente el santiagueño, ubicado en una zona de tanta actividad automovilística. Es más, ambos fueron construídos para fechas mundialistas de Moto GP y Superbike y son aprovechados por el automovilismo.

El gobernador santafesino Omar Perotti entregó premios y anunció futuras inversiones para mejorar y modernizar el Autódromo de Rafaela.

“Hay que invertir también en escenarios que generen eventos importantes y poner a Rafaela a tono con el mayor nivel. Actualmente otras provincias como San Juan y Santiago del Estero, están por delante nuestro. Hay que reconocerlo porque han hecho un muy buen trabajo. Tenemos que dar un salto de calidad e invertir en el Autódromo de Rafaela. No me caben dudas de que un marco de casi 60.000 personas, no se da en todos lados. Por eso habrá que trabajar para poder tener una mejor infraestructura y atender las necesidades. Esto seguramente llevará a que más gente siga viniendo al autódromo y a la provincia”.

De visita en Rafaela para presenciar la final del TC, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, anunció con ves, una futura inversión para mejorar el autódromo. Pero ojo, a no ilusionarse mucho. Por ahora, son promesas de un político

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